martes, 28 de abril de 2009

Las TICs en la educación

Internet hoy forma parte del oxígeno que respiramos. Este ecosistema digital impregna todas y cada una de las actividades humanas. Sin embargo, como todo fenómeno que agiganta su impacto en poco tiempo, precisa una reflexión y un debate. Hace treinta y cuatro años U. Eco escribió Apocalípticos e integrados, en donde calificaba a los que estaban en contra y a favor de los medios de comunicación de masas (a partir de este momento MCM). Ahora tenemos otro debate abierto frente a las llamadas tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

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Desde las instituciones escolares y académicas este debate adquiere una polémica paradoja. Por un lado, los organismos gubernamentales nos dicen que es necesario ampliar la cultura de las humanidades –estaríamos en una línea apocalíptica, puesto que esto implica reducir los horarios de otras materias más tecnológicas, así como algunas optativas–, pero, por el otro, al mismo tiempo nos venden grandes proyectos que se sostienen en el reparto de ordenadores, planes de conexión y muchos cursos informáticos. Mientras tanto, en los centros y escuelas sigue funcionando la pizarra y, salvo honrosas excepciones, las salas de informática sólo sirven para repetir los tradicionales esquemas de transmisión de conocimientos en los que sólo interesan los programas y el docente.
Hay quien dice que nada cambia si no cambia la mentalidad. La compleja fenomenología de las pantallas mete mucho miedo en el cuerpo de los docentes. Los motivos son muchos y diversos, pero qué duda cabe que el tren de la sociedad corre más que el de la escuela. ¿Podemos seguir enseñando desde las batallitas de los libros de texto cuando la información circula a velocidades de vértigo por las autopistas de la Red? Es obvio que el rol del profesor no debería ser el de depositario del saber, el de portador de la palabra y de la información. Tampoco la comunicación puede ser unidireccional y jerárquica. Ni podemos seguir teniendo como referencia la unidad espacial de las cuatro paredes del aula, ni como tiempo de aprendizaje el horario lectivo. Quizás podríamos empezar a perfilar un educador mediador, facilitador de procesos de aprendizaje, en el que lo esencial es el sujeto estudiante. ¿Qué retos y exigencias conlleva una revolución digital que se implica e integra en los distintos entornos educativos?

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